*WARNING: This blog is intended for a mature audience. Its contents may include adult situations, violence and sensitive issues that some people might find disturbing. Please read at your own discretion.

26 January 2015

Unos Ojos marrones: Capítulo 27

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*ADVERTENCIA: No apto para cardíacos ni aprensivos.

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¿Su mujer, señor?– Aquel extraño y su aún más extraña pregunta sorprendieron a Andrew, que no estaba en absoluto de humor para adivinanzas, con Claire recogiendo sus pertenencias en la habitación de al lado. –Debe de estar equivocado–, dijo tras unos momentos, para no permitir que sus pensamientos se dispersaran. –No hay ninguna Sra. Richardson trabajando aquí.– De hecho, ¡ninguna mujer trabajaba ahí, ahora que lo pensaba! Claire iba a comenzar a trabajar para Williams en unos días.

–Eso es porque, hmmm, según parece, no utiliza su verdadero nombre–, fue la misteriosa respuesta del desconocido. Andrew se percató entonces de que éste tenía un acento extranjero que le resultaba vagamente familiar.


Y, cuando la puerta se abrió detrás de ellos, recordó, en circunstancias que ojalá nunca se hubieran dado, cuándo había oído antes esa manera de hablar. –¡Claire!– Bien podría haber sido su imaginación la que pronunciara ese nombre, pero descubrió enseguida que era el extranjero quien había hablado así. La confusión y el enojo se apoderaron de Andrew.


Pero esos sentimientos no fueron nada comparados con lo que sintió un instante más tarde, cuando el hombre se abalanzó hacia Claire, y la tomó entre sus brazos, susurrando, –¡Queridísima Claire! Por fin te he encontrado.– La confianza con la que éste la abrazó desagradó sobremanera a Andrew. La furia y los celos le quemaron las entrañas.

–¿Es eso cierto?– le preguntó a Claire. Como ella estaba de espaldas, tan solo su silencio le indicó que reconocía a aquel hombre de pelo oscuro. –¿Es eso cierto?–, repitió, gritando esta vez. Pero Claire seguía sin contestar, sin mover ni un solo músculo. –Dios sabe lo frustrado que me he sentido con tus constantes cambios de actitud hacia mi, pero lo que nunca había pensado es que fueras una coqueta. Has debido de reírte mucho a mi costa, viéndome hacer el ridículo.

Se arrepintió de aquellas palabras en el mismo instante en que salieron de su boca; ¿por qué se había expresado de esa forma tan cruel y desagradable? ¡Debería avergonzarse! No obstante, el daño ya estaba hecho. Y no tuvo ocasión de disculparse porque, en un instante, tanto Claire como su (aún vivo) marido habían desaparecido; se habían desvanecido, y no solo de la habitación, sino de la vida de Andrew. Para siempre.

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Claire no se sintió sorprendida, ni asombrada. Ni siquiera podía decir que estuviera asustada. Y eso era porque tenía toda la atención centrada en su nuca, escuchando lo que Andrew le gritaba. Iba a separarse de él para siempre y lo último que escucharía de sus labios iba a ser ese comentario tan despectivo; claro que, de todas maneras, no podía echárselo en cara.


Todo lo demás sucedió rápidamente: que él la abrazara, que la arrastrara por la calle, que la hiciera recoger sus pertenencias para llevarlas al hotel en el que se alojaba, que la obligara a firmar allí con un nombre que, ingenuamente, había pensado que jamás volvería a utilizar... No cabía duda de que tenía prisa por llegar a la habitación, y Claire entendió perfectamente el motivo; su cuerpo tembló por primera vez.


Él no perdió ni un minuto. Tan pronto hubieron entrado, la arrinconó y comenzó a besuquearle el cuello. Y allí estaba ella, de nuevo, como tantas otras veces antes. De nuevo escuchando esa voz, oliendo esa respiración, viendo esa cara... A Claire le entraron náuseas.

–¡He estado tan desesperado! Pensaba que no volvería a acariciar este cuerpo divino que tienes–, dijo él con calma. Con demasiada calma. –No estés tan asustada, querida; por fin he comprendido por qué lo hiciste, y te aseguro que, de ahora en adelante, seré para ti un marido mucho más amable–. Pero ya no podía engañar a Claire con sus palabras vacías, las había escuchado muchas veces.


–Te deseo tanto–, le susurró a continuación, de un modo lascivo que se correspondía más con la del hombre que conocía tan bien. En un momento se deshizo del abrigo de Claire y la empujó sobre una mesa que había cerca, sujetándole la cintura de manera posesiva. Su siguiente movimiento fue acariciarle la espalda y los muslos, y Claire recordó rápidamente lo que había que hacer en estas situaciones: nada. Nada en absoluto. Por eso se quedó inmóvil. –Nadie puede amarte como yo, mi dulce florecilla.


Al minuto siguiente, Claire estaba tendida en el suelo, tan solo vestida con su ropa interior, y todo el peso de él contra su cuerpo. El abultamiento de la entrepierna era inconfundible.

Una oleada de recuerdos se agolparon en su mente. Le vinieron imágenes de la primera vez en que abusó de ella en su propia habitación, del día en que su padre le dijo que iba a casarse con él, del día de su boda... Le vinieron imágenes de todas sus contusiones, del arrebato de celos que provocó la muerte de su hijo aún no nacido, de su intento de suicidio, de todos los concursos de música en los que había participado para ahorrar dinero para el billete, de Canadá...

Él le dibujó el contorno de la cara con un dedo. –Casi habia olvidado estas facciones tan encantadoras, y tu piel tan suave. Dios, ¡te necesito tanto!– Estaba babeando. –Tienes un cuerpo demasiado tentador como para resistirse por más tiempo...– Le agarró la enagua intentando acceder a sus muslos.

¡Canadá! Otra oleada de recuerdos la acercó a un hombre completamente distinto. Se acordó de la buena disposición de Andrew para darle una oportunidad a una extraña, de su paciencia, de su amabilidad... Se acordó de la manera en que la miraba, del impresionante beso que habían compartido en una noche mágica, del profundo amor que sentía por él, de las últimas palabras de desprecio que éste le había dirigido... ¡Andrew!

¡Andrew! A pesar de lo mucho que sabía que la odiaba, no podía traicionarlo, no podía rendirse ahora. ¡Estaba cansada! No le permitiría poseer su cuerpo. Él no poseería su cuerpo. Así no. Nunca más. Claire sabía lo que sucedería si se atrevía a oponerse a sus deseos, pero, a pesar del terror que le producía, peor sería traicionar de algún modo a Andrew.


–¡Aléjate de mi!–. Consiguió liberarse durante un segundo y empujarlo con todas sus fuerzas, haciendo que ambos se incorporaran.

–¿Cómo te atreves? ¿Ahora te niegas a complacer mis deseos? ¿Es lo que has aprendido de estos salvajes? ¿A desafiarme? Ha sido ese doctor tuyo, ¿verdad?

–Ni siquiera menciones su nombre–, dijo Claire. Su voz sonaba desafiante; su apariencia era de calma. Su fuerza de espíritu, sin embargo, tembló.


–Ah, así es como están las cosas, ¿verdad?– Le sujetó las muñecas, zarandeándola con saña. –¿Crees que siente algo por ti? Ya lo escuchaste, ¡cree que eres una fresca! Y eso que sigues siendo esa niña crédula que has sido siempre. ¡Mira que pensar que podía quererte!

–Ya sé que no me quiere. ¡Sé que me odia! Sin embargo, prefiero sufrir su odio diez veces antes que tu amor.


La primera bofetada no sorprendió para nada a Claire. Sabía que era su tratamiento especial de cuando estaba celoso. –¡Que te sirva de lección! Y ahora, vas a ser una buena chica.

–No.– No, Claire no iba a ser una buena chica. No iba a permitírselo; le sería fiel a Andrew. –No volveré a ser tuya. Preferiría estar muerta.

–A juzgar por cómo te vistes en la actualidad, cualquiera diría que soy yo el que está muerto–, dijo él, con una voz tan contenida que incluso otro arrebato de furia hubiera sido preferible. –¿Qué es eso de hacerte pasar por viuda?

–¡Una viuda es lo que he sido desde el día en que me casé contigo!

Ese último comentario desató de nuevo la ira de él. La segunda bofetada empujó a Claire hacia atrás, que volvió a desplomarse sobre el suelo.

–¿Acaso vas a faltarme al respeto?– gritó, a la vez que cogió un atizador de la chimenea. –¿Y justo después de haberte dicho que te trataría con más amabilidad? ¡Desde luego, uno no se puede fiar de ti!


–Pero te rendirás ante mi.– Él levantó el brazo sobre su hombro. –Como mi mujer que eres, me lo debes.

Vino el primer golpe, y Claire descubrió que su antiguo truco ya no funcionaba. Ya no podía fingir que no era ella la que estaba tendida en el suelo, mirando hacia esa alfombra verde, siendo golpeada sin descanso; porque si no era ella, tampoco era la mujer enamorada de un hombre maravilloso al que había hecho tanto daño. Vino el segundo golpe, y se acordó de una joven perdida en su reino de fantasía, esperando a que un principe viniera a rescatarla; no, no de una joven, sino de ella misma, destrozada y sola en el mundo. Vino el tercer golpe, e imaginó lo maravilloso que sería estar entre los brazos de Andrew de nuevo. Vino el cuarto golpe, y se prometió a si misma que atesoraría para siempre toda la dulzura que éste le había mostrado; los recuerdos eran, después de todo, lo único a lo que podía aferrarse. Después, perdió la cuenta...

Más tarde, cuando todo hubo acabado, él salió precipitadamente de la habitación, como si nunca hubiera estado allí. Claire permaneció tendida en el suelo, retorciéndose de dolor, durante unos minutos (o unas horas, no estaba segura). Cuando, tras un rato, intentó ponerse en pie, sus piernas apenas la sostenían.


Por una vez había triunfado, pero le sirvió de poco consuelo; el castigo por haberle rechazado fue ese dolor en el estómago, tan agudo y penetrante que prácticamente le impedía respirar. Tambaleándose, se dirigió hacia donde se encontraba su abrigo y cogió la botella de sedantes que guardaba escondida allí. No sabía qué hacer, pero sí estaba segura de lo que no haría: no permitiría que nadie la tratara así nunca jamás. Podría, quizás, volver a escaparse (su dinero seguía a salvo), y si todo lo demás fallaba, los calmantes le proporcionarían la respuesta final.

Pero su reflexión se interrumpió bruscamente cuando, al acercarse a la mesa, un mareo le nubló los sentidos, y un acceso de tos le hizo escupir sangre...

Fue entonces cuando...,


la habitación...,


y el mundo entero...,


se volvieron negros.

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Por fortuna, ninguna visita urgente había requerido la atención de Andrew a lo largo de la jornada; no hubiera sido de mucha ayuda para sus pacientes. Y como ya era tarde, podía pasar el tiempo que le quedaba sentado a la mesa y bebiendo. Su corazón roto le pedía que lo ahogara en un vaso de whisky, solo que hasta ahora su petición había sido en vano: ya llevaba cuatro tragos, y ese puñetero músculo seguía latiendo igual que siempre.

Nunca podría quererlo, eso es lo que le habia dicho: ¡Claro que no podía si tenía un marido que la estaba esperando en Inglaterra! ¡Todo había sido una pelea de enamorados! Andrew no hizo ningún esfuerzo por reprimir el gesto de desprecio que se dibujó en sus labios. ¡El modo en que Claire le había engañado y atormentado, y sabiendo todo el tiempo que su marido seguía vivo! No era de extrañar que mostrara tanta reserva en ofrecerle sus besos. Sin embargo, sin embargo... ¡Se los ofrecía! Con ternura, con pasión. Negó con la cabeza... ¡Casada! ¡Seguía casada! ¡Seguía ca...!


Un objeto de la estantería que estaba al otro lado de la estancia capturó su atención; o, más bien un objeto que no estaba donde debiera. Y, al acercarse al armario, su mente comenzó a abrigar una sospecha, un presentimiento de saber la identidad de la persona que había robado el frasco desaparecido. Pero, ¿con qué propósito? ¿y cómo no se había percatado antes? ¡Si no hubiera bebido tanto! Por el momento le resultaba imposible hilar ningún pensamiento coherente.

¡Ethel! Sí, quizás ella arrojara algo de luz sobre el asunto. Definitivamente tenia que hablar con su hermana, de inmediato.




4 comments:

  1. Ojala Ethel ate algunos cabos cuando Andrew hable con ella, es horrible que el pobre no se haya parado a pensar...que por una pelea de "enamorados" una no se cruza el charco ni se hace pasar por viuda, y menos en aquellos tiempos, pero seguro que Ethel como mujer que es anda algo mas espabilada. Y Claire... pobrecilla ahí tirada y herida se me rompe el corazón...

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    1. Pues si, esperemos que Ethel esté un poco más despierta; ella, además, sabe alguna que otra cosa que Andrew desconoce. Más les vale hilar los cabos entre los dos. Y, vaya, pobre Claire, está malherida y se siente totalmente desamparada :'-(...

      Gracias por leer :-).

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  2. Esto tenía que suceder... Espero que esta historia no tenga un final de esos que te rompen el alma.
    Ese maldito debería morirse de verdad. Andrew, atar cabos para darse cuenta de que el comportamiento de Claire no ha sido para nada el de una mujer enamorada de su marido. Y Claire, salir corriendo de ese hotel y volver con Andrew a explicarle la realidad, aunque ahora a ver cómo consigue dar con ella el médico (que por cierto, es lo que le va a hacer falta a la pobre).
    Espero el siguiente capítulo con muchas ganas de saber en qué acaba todo esto.
    Un saludo guapa.

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    1. Desgraciadamente si, tenía que suceder :-(. Sobre el final... pues... obviamente no voy a decir nada ;-), pero está cada vez más cerca. Como Andrew no se entere ya de lo que está pasando, no lo hará nunca, me temo: a ver si es capaz de dejar de engañarse a si mismo de una vez... Y, desde luego que Claire va a necesitar un médico :-(, ¿conoces a alguno que pueda ayudarla? ;-)

      Gracias por leer, otro saludo para ti :-).

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