Nota de la autora: Normalmente pongo la N/A al final del todo, pero esta vez voy a hacerlo al revés, para no estropearos la lectura. Éste es un capítulo muy, muy especial porque lo preparé para un día muy especial, y es que, si le habéis echado un vistazo a la versión en inglés os habréis enterado de que el 14 fue MI CUMPLEAÑOS :-D.
Os acordáis del Capítulo 18 de Unos Ojos marrones, ¿verdad? ¿El del festival, con Claire tocando el piano, los farolillos de papel...? Bueno, pues estamos de nuevo en esa época del año ;-), y aunque esta vez, desgraciadamente, no puedo prometeros que será tan alegre como el del año pasado, espero que lo disfrutéis :-)
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–¡Andrew, qué sorpresa tan encantadora!– El acogedor recibimiento de Ethel logró calmarle los ánimos a éste, si bien solo en parte. Sin embargo, no se sintió capaz de responderle debidamente. –¿Cómo es que no llevas abrigo?–, continuó ella. –Debes de estar muerto de frío. Pasa, por favor, y siéntate al fuego.– Andrew, obediente, siguió a su hermana hasta el salón, perdido todavia en el silencio.
De hecho, hasta que no estuvieron cómodamente sentados en el sofá no se dignó a abrir la boca. –Ethel, ¿qué motivos dirías tú que podrían llevar a una mujer... a abandonar a... su marido?
–De verdad, Andrew, no me digas que ésta es la mejor forma de iniciar una conversación. ¿Por qué no pruebas con el viejo "Hola hermanita, ¿qué tal Jack y las niñas?"?
Andrew, en otras circunstancias, hubiera contestado a la tomadura de pelo de Ethel con esa condescendencia fingida que tan solo los hermanos nayores sabían dominar. Pero hoy no. Hoy le resultaba insoportable hablar en broma. –Tienes razón, lo siento. Pero, por favor, esta vez no me lo tengas en cuenta. Se trata de un asunto de gran importancia, y no me veo capaz de resolverlo solo. ¿Te importaría contestar a mi pregunta?
Ethel le olió el aliento. –¿Has bebido? ¿Es qué ocurre algo?– Su voz había perdido brillo, y sonaba preocupada. Andrew, por desgracia, no tenía ninguna respuesta que darle; estaba muy ocupado intentando que la habitación no se moviera a su alrededor.
–De verdad, Andrew, no me digas que ésta es la mejor forma de iniciar una conversación. ¿Por qué no pruebas con el viejo "Hola hermanita, ¿qué tal Jack y las niñas?"?
Andrew, en otras circunstancias, hubiera contestado a la tomadura de pelo de Ethel con esa condescendencia fingida que tan solo los hermanos nayores sabían dominar. Pero hoy no. Hoy le resultaba insoportable hablar en broma. –Tienes razón, lo siento. Pero, por favor, esta vez no me lo tengas en cuenta. Se trata de un asunto de gran importancia, y no me veo capaz de resolverlo solo. ¿Te importaría contestar a mi pregunta?
Ethel le olió el aliento. –¿Has bebido? ¿Es qué ocurre algo?– Su voz había perdido brillo, y sonaba preocupada. Andrew, por desgracia, no tenía ninguna respuesta que darle; estaba muy ocupado intentando que la habitación no se moviera a su alrededor.
A ella no le importó el silencio, tan ensimismada como parecía. –Sobre tu pregunta...–, dijo, al cabo de un rato. –Por qué iba una mujer a dejar a su marido... Veamos, se me ocurren varias cosas... Quizá ha dejado de amarle, o han tenido una discusión muy fuerte...– Ethel hizo una pausa. –Ah, ¡ya sé!–, añadió, de pronto, señalando hacia algún punto invisible. –¡Imagínate esto! Sea quién sea, esa mujer se ha enamorado de otro hombre y tiene planeado fugarse con él.– Ethel parecía encantada con sus ocurrencias, pero Andrew no. Si bien esas explicaciones eran plausibles, algo fallaba. Ninguna se ajustaba a la situación de Claire; ¡incluso él, en su estado de embriaguez, podía verlo!
No obstante, Ethel ya le había servido de ayuda: desechar todas las opciones imposibles les conduciría más cerca de la verdad. La verdad, la verdad... Era la primera vez en que comenzaba a intuir la verdad que se ocultaba detrás de las reacciones, con frecuencia extrañas y exageradas, de Claire. Además, ésta se había asegurado de mantenerse alejada de su marido por todos los medios posibles: nadie haría eso por un asunto sin importancia.
Andrew estaba a punto de atar cabos.
Su hermana, que obviamente le había notado agitado, le puso una mano en la rodilla para tranquilizarlo; esto le dio la fuerza que necesitaba para preguntarle lo que tenía en mente. –Ethel–, debería mirarla a los ojos, pero los músculos no se lo permitían. Su voz, por su parte, dejó entrever una emoción intensa. –Ethel, y, ¿qué motivos podría tener una mujer para...para dejar a su marido, cambiar de nombre, cruzar todo un océano y hacerle creer a todo el mundo que es viuda?
Andrew estaba a punto de atar cabos.
Su hermana, que obviamente le había notado agitado, le puso una mano en la rodilla para tranquilizarlo; esto le dio la fuerza que necesitaba para preguntarle lo que tenía en mente. –Ethel–, debería mirarla a los ojos, pero los músculos no se lo permitían. Su voz, por su parte, dejó entrever una emoción intensa. –Ethel, y, ¿qué motivos podría tener una mujer para...para dejar a su marido, cambiar de nombre, cruzar todo un océano y hacerle creer a todo el mundo que es viuda?
–¡Un momento! ¡Dios mío! ¿Claire? ¿Estás hablando de... Claire?– Ethel quiso mirarle a los ojos, pero éste mantenía la mirada fija en el suelo.Tan solo asintió.
Por fin, encontró unas palabras para acompañar su gesto. –¿Sabías que su marido sigue vivo?
–¿Vivo?– Andrew jamás olvidaria el cambio en el tono de Ethel, el estremecimiento en la voz, el temblor de la mano que todavía estaba en su rodilla. –No tenía la más mínima idea. De haberlo sabido te lo hubiera contado de inmediato.
–¿Qué es lo que me hubieras contado?– Andrew estaba confundido.
–Bueno, no quiso darme detalles..., pero me confesó que su matrimonio no había sido feliz precisamente. Me hizo prometerle que no te lo diría.
Por fin, encontró unas palabras para acompañar su gesto. –¿Sabías que su marido sigue vivo?
–¿Vivo?– Andrew jamás olvidaria el cambio en el tono de Ethel, el estremecimiento en la voz, el temblor de la mano que todavía estaba en su rodilla. –No tenía la más mínima idea. De haberlo sabido te lo hubiera contado de inmediato.
–¿Qué es lo que me hubieras contado?– Andrew estaba confundido.
–Bueno, no quiso darme detalles..., pero me confesó que su matrimonio no había sido feliz precisamente. Me hizo prometerle que no te lo diría.
¡Una información terrible, aunque para nada sorprendente! En absoluto sorprendente para un hombre acostumbrado a ver... ciertas cosas en su trabajo. Imágenes de aquellas pacientes le golpearon la mente. Imágenes de mujeres que jamás consentían que les examinara el cuerpo, una leve cojera por aquí, un ojo morado por allá. Todas ellas casadas, todas ellas incapaces de dar una respuesta satisfactoria sobre la causa de sus heridas, todas ellas mostrando una mezcla de emociones muy particular...
Ya era demasiado tarde para quedarse en su feliz mundo de ignorancia; otra puerta acababa de abrirse y ahora tenía que saberlo con seguridad. Le tomó la mano a Ethel, intentando que la suya no temblara. Se esforzó por mirarla a la cara, y al hacerlo se percató de sus labios resecos y sus ojos clavados en él. Tragó saliva. –Cuando Claire te contó eso, ¿cómo describirías su estado de ánimo, su actitud...?
–Bueno, parecía triste claro, pero, ahora que lo mencionas, había algo más, algo raro, como si se sintiera...
–¿Avergonzada? ¿Culpable? ¿Asustada?–, interrumpió Andrew. Cuando Ethel, frunciendo el ceño, asintió, decidió seguir por ese camino. –¿Y has notado alguna otra cosa desconcertante en su comportamiento?– Ésta asintió de nuevo, pero no dijo nada. –Por ejemplo, ¿alguna vez has visto su cuerpo?
–No,– dijo, sin añadir nada más, aunque esa sílaba era lo único que hacía falta. El silencio que vino a continuación le dijo a Andrew todo lo que necesitaba saber: que los dos estaban pensando en lo mismo. Unos minutos más tarde, Ethel volvió a hablar. –Si es cierto que Claire ha hecho todo lo que afirmas, no es lo que yo llamaría dejar a su marido.
Ya era demasiado tarde para quedarse en su feliz mundo de ignorancia; otra puerta acababa de abrirse y ahora tenía que saberlo con seguridad. Le tomó la mano a Ethel, intentando que la suya no temblara. Se esforzó por mirarla a la cara, y al hacerlo se percató de sus labios resecos y sus ojos clavados en él. Tragó saliva. –Cuando Claire te contó eso, ¿cómo describirías su estado de ánimo, su actitud...?
–Bueno, parecía triste claro, pero, ahora que lo mencionas, había algo más, algo raro, como si se sintiera...
–¿Avergonzada? ¿Culpable? ¿Asustada?–, interrumpió Andrew. Cuando Ethel, frunciendo el ceño, asintió, decidió seguir por ese camino. –¿Y has notado alguna otra cosa desconcertante en su comportamiento?– Ésta asintió de nuevo, pero no dijo nada. –Por ejemplo, ¿alguna vez has visto su cuerpo?
–No,– dijo, sin añadir nada más, aunque esa sílaba era lo único que hacía falta. El silencio que vino a continuación le dijo a Andrew todo lo que necesitaba saber: que los dos estaban pensando en lo mismo. Unos minutos más tarde, Ethel volvió a hablar. –Si es cierto que Claire ha hecho todo lo que afirmas, no es lo que yo llamaría dejar a su marido.
–Es... ¡huír de él!– Andrew terminó el comentario, con un nudo en el estómago. Ambos se pusieron en pie de un salto. –¡Oh, Dios mío! ¿Qué he hecho? ¡Prácticamente se la he entregado!– Se dirigió a la puerta de entrada. –Tengo que encontrarla.– Y dicho esto, salió de casa de Ethel, y una vez más se vio inmerso en el negro frío de la noche.
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¡No! ¡No podía ser! No, iba a encontrarla, y descubriría entonces que todo tenía una explicación más agradable. Seguro que se trataba tan solo de sus celos jugándole una mala pasada.
Mientras avanzaba, sin embargo, Andrew llegó a una conclusión desasosegante: y es que, a pesar de que desearía estar equivocado, en el fondo sabia que tenía razón. Por primera vez desde que se conocieron, tenía la sensación de poder explicar hasta la reacción más extraña de Claire. A la luz de esta nueva idea, y para su gran humillación, aquel comportamiento desconcertante cobraba... sentido. El modo en que ella se disculpaba por cosas que, en su mayoría, ni siquiera eran culpa suya; o el modo en que ella, en la presencia de otros hombres, se mostraba retraída, con la mirada baja, como un crío al que están a punto de reñir.
Mientras avanzaba, sin embargo, Andrew llegó a una conclusión desasosegante: y es que, a pesar de que desearía estar equivocado, en el fondo sabia que tenía razón. Por primera vez desde que se conocieron, tenía la sensación de poder explicar hasta la reacción más extraña de Claire. A la luz de esta nueva idea, y para su gran humillación, aquel comportamiento desconcertante cobraba... sentido. El modo en que ella se disculpaba por cosas que, en su mayoría, ni siquiera eran culpa suya; o el modo en que ella, en la presencia de otros hombres, se mostraba retraída, con la mirada baja, como un crío al que están a punto de reñir.
Pero fue el recuerdo de dos hechos concretos lo que desató sus emociones más intensas. Uno de ellos tenía que ver con su preferencia por el té sin azúcar: estaban en una cafetería, Claire servía la bebida, y él había olvidado informarle de sus gustos. ¡Oh, la expresión de su mirada cuando descubrió el malentendido...! Aunque el error no tenía importancia y era fácil de solucionar, Claire se había comportado como si fuera el peor crimen del mundo. Y ésa no fue ni la primera ni la última vez en que la vió asustada. Porque...
Porque el otro hecho que le vino a la mente fue el de su primer beso: el modo en que el cuerpo de ella había reaccionado de formas diversas y sorprendentes, sucediéndose unas a otras rápidamente; el modo en que sus labios respondieron, como los de una mujer a la que jamás habían besado... Y, sí, de nuevo esa mirada; una mirada que expresaba tanto sorpresa como miedo.
¡Miedo, siempre miedo, gobernando su vida por completo! Ahora Andrew lo veía claro. Estaba aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció tímida; aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció de duelo; y aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció voluble. Pero eso estaba a punto de cambiar: tenía que encontrarla, y la encontraría. Con suerte, antes de que fuera demasiado tarde...
Porque el otro hecho que le vino a la mente fue el de su primer beso: el modo en que el cuerpo de ella había reaccionado de formas diversas y sorprendentes, sucediéndose unas a otras rápidamente; el modo en que sus labios respondieron, como los de una mujer a la que jamás habían besado... Y, sí, de nuevo esa mirada; una mirada que expresaba tanto sorpresa como miedo.
¡Miedo, siempre miedo, gobernando su vida por completo! Ahora Andrew lo veía claro. Estaba aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció tímida; aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció de duelo; y aterrorizada en los momentos en los que a él le pareció voluble. Pero eso estaba a punto de cambiar: tenía que encontrarla, y la encontraría. Con suerte, antes de que fuera demasiado tarde...
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Nota de la autora: No sé si os habréis enterado, pero he estado malita casi todo el mes de Febrero (ya estoy totalmente recuperada, por si a alguien le interesa), así que me fue imposible acabar este capítulo a tiempo. Puede que no parezca gran cosa despues del enorme retraso, pero me pareció un momento de transición importante para Andrew.
En cualquier caso, en el próximo capítulo pasarán "cosas", os lo garantizo. Y si no me creéis :-P, ahí va un adelanto ;-).
En cualquier caso, en el próximo capítulo pasarán "cosas", os lo garantizo. Y si no me creéis :-P, ahí va un adelanto ;-).
Estos hombres! Si no les explicas algo con pelos y señales, no se enteran de nada!
ReplyDeleteHappy birthday for March 14!
¡Jeje! Hombre, tanto como eso... ¡jeje! Además, Ethel y Andrew tenían más o menos las mismas sospechas: lo único que les faltaba a los dos era... ¡verbalizarlas! ;-)
DeleteThanks for your good wishes, I enjoyed my birthday :-). Perdón por el retraso al contestar.
A mi me parece un capítulo muy importante, Andrew al fin ha abierto los ojos y si consigue ayudar a Claire al fin podrán tener una relación de verdad. Aunque es verdad que ha tardado un siglo en caerse del guindo...
ReplyDeleteGracias, pensé que Andrew se merecía la oportunidad de tener un momento de "iluminación", y ese es el motivo de este capítulo. Le ha costado un poquito, es verdad, pero imagino que, cuando conoces a alguien (y más si acabas enamorándote de esa persona), lo último que piensas (o que quieres pensar) es que haya pasado por alguna experiencia traumática.
DeleteGracias por leer :-), y perdón por haber tardado tanto en contestar...