Unos Ojos marrones: Capítulo 22

¡Qué concentrado se veía Andrew mientras escribía esos artículos! Por fortuna estaba muy ensimismado en su trabajo, dándole a Claire la oportunidad de mirarle fijamente sin miedo a que la descubriera, y así poder disfrutar de esa imagen. Una imagen relajante a la par que desconcertante. Una imagen que la perturbaba, pero que, a la vez, la hacía sentirse viva. Tan viva como nunca se había sentido antes. Viva, porque nunca había sido tan feliz, ni se había sentido tan asustada; ni tan asustada de tener miedo, ni tan asustada de ser... ¡feliz!

Claire suspiró, derrotada. Debía tomar una decisión antes de que fuera demasiado tarde. ¿O era ya demasiado tarde? A veces tenía la sensación de que la incertidumbre era mejor que conocer la verdad. La verdad acerca de qué pensaría Andrew de ella...

Cierto..., ¿qué pensaría de ella? ¿Estaría dispuesto a ofrecerle el apoyo que necesitaba desesperadamente? ¿O la juzgaría tan duramente como tantos otros habían hecho antes que él? Era un hombre bueno, de eso estaba segura. Bueno, y cariñoso, y fuerte, y tan apuesto, y... y..., ¡tenía que concentrarse! Sí. Decidió que podía confíar en Andrew.

Claro que, aunque lo comprendiera... ¿entonces qué? Claire nunca debió permitir que las cosas hubieran llegado tan lejos entre ellos. ¡Se sentía tan indefensa! Además, ¿qué parte de la historia iba a compartir exactamente con él? No importaba si decidía o no contarle toda la verdad, porque él querría saberla. Querría saberla, y entonces dejaría de sentir algo por ella, ¿verdad? ¿Verdad? Un ataque de desesperación se le aferró al corazón.

–¡Hola, chicos!–, pronunció una voz familiar que hizo a Claire girarse sobre sus talones. Ésta sonrió a Ethel, la cual se acercaba moviéndose animadamente. –He venido a traeros una galletas para agradeceros que llevarais a las niñas de excursión el otro día–, continuó. –Las he cocinado yo misma, ¿puedes creértelo?– Claire se rió al recordar un antiguo incidente que involucraba a una Ethel con la cara roja y un olor sospechoso que provenía de uno de los hornos del internado.

Ethel se estremeció ligeramente. –No me había dado cuenta de lo rápido que está llegando el invierno hasta que he salido de casa esta mañana.– Se le curvaron los labios en una de sus conocidas sonrisas. –¿Interrumpo algo?

–No digas tonterías, Ethel.– Andrew dijo, aproximándose a ellas. –¿Qué ibas a interrumpir?– Pero la mirada de soslayo que él le lanzó a Claire decía otra cosa diferente. ¿Estaba flirteando? ¿Estaba acaso molesto por la interrupción? A Claire seguía sorprendiéndole lo mucho que desconocía sobre estas cosas. Sea como fuera, para ella la visita de Ethel había supuesto una agradable sorpresa y una aún más agradable distracción.

Ethel no contestó a su hermano al instante, pero abrió la boca como si fuera a hablar. Claire creyó adivinar el significado de la mirada que ésta le lanzó a continuación, pero el hecho era que ya no importaba si Ethel decidía contarle a Andrew lo que sabía. De todas formas tendría que decírselo ella misma... En algún momento. Pronto.

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Hoy era el día. Un nuevo mes, un nuevo propósito. Se lo diría. En ese mismo momento. Tan sólo una pared separaba a Andrew de la verdad. Ni siquiera la lluvia la detendría esta vez. Claire intentó no pensar en el dolor punzante en el estómago, y dirigió toda su atención a la vidriera adornada con flores que se encontraba delante de ella. Se sujetó el vientre una última vez y llamó a la puerta, sus nudillos sorprendentemente firmes.

Entró apresuradamente en la habitación antes de que Andrew tuviera ocasión de pronunciar una sola palabra. –Tengo que decirte una cosa.

...

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Nota de la autora: Supongo que debería disculparme por ofreceros un capítulo tan corto (y además con retraso), pero esta vez no lo haré :-P, porque *ejem* *tos*... digamos que tengo un buen motivo. Y aparte,  espero que estéis dispuestos a *ejem* *más tos*... odiarme. ¿Perdón, he oído que habéis contestado que sí? ¡Entonces perfecto! ¡Sin problema!